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¿POR QUÉ NUESTRO CENTRO SE LLAMA BEATO FRANCISCO GÁLVEZ?

 

El Beato Francisco nació en Utiel (Valencia) y fue bautizado el 15 de agosto de 1578, fiesta de la Asunción de la Virgen María, según reza la partida de su bautismo: «En la villa de Utiel, a quince días del mes de agosto, año de mil y quinientos setenta y ocho años, se bautizó un hijo de Francisco Gálvez y de Juana Iranzo, su mujer. Llamósele Francisco». No nos consta la fecha exacta en que nació, pero debió de ser muy pocos días antes de la de su bautismo. Los padres eran hidalgos, miembros de la aristocracia menor castellana, sin títulos nobiliarios, pero de condición acomodada y de buena reputación.

Sus primeros años transcurrieron en la serena paz del hogar paterno.

 

La primera instrucción la recibió Francisco de alguno de los clérigos de la Parroquia o bien asistiendo a la Escuela Parroquial. Pero pronto pasaría a ser alumno del Colegio Seminario del Salvador, fundado en el pueblo por el benemérito sacerdote utielano, D. Gonzalo Muñoz Iranzo, quien, al final de sus disposiciones testamentarias escribía: «Espero en el Salvador del mundo que no sólo los de este pueblo de Utiel, pero de toda la comarca se moverán, con pie de Dios y para que aquí los niños y niñas, desde chiquitos, aprendan la Doctrina cristiana, y los mayores y estudiantes aprendan los principios de Gramática y Latinidad, para que aquí salgan buenos ministros para la Iglesia y vayan a otras Universidades para aprender otras ciencias y facultades y a Religiones y Monasterios para mejor servir a Dios, que éste es el celo del Salvador del mundo, a quien se debe todo y a quien se le dé la honra y gloria por siempre jamás, amén». Parece como que estas palabras se hubieran escrito para nuestro Beato. En efecto, el Colegio fue inaugurado el 6 de agosto de 1585, festividad de la Transfiguración del Salvador (que le dio el nombre), cuando Francisco iba a cumplir los siete años, y en él recibiría la formación adecuada para continuar más tarde en la Universidad, encaminarse al ministerio sacerdotal e ingresar luego en Religión.

 

Al comienzo del siglo XVI, el papa valenciano Alejandro VI erigió la Universidad de Valencia, inicialmente llamada «Estudio General», coronando así una larga tradición de enseñanza e investigación. A ella acudió, y con gran provecho, nuestro protagonista como lo prueba la minuta del certificado de estudios, que es de fecha 10 de abril de 1598 y puede verse en los "Libros de Grados de la Universidad de Valencia" que se conserva en el Archivo Municipal de la ciudad. Se dice en este documento que el subdiácono Francisco Gálvez estudió y terminó los estudios de Artes, Lógica y Filosofía, bajo la disciplina del Catedrático, José Roque Rocafull, Doctor en Artes Liberales. Y que después cursó la Sagrada Teología en la misma Universidad.

 

Francisco Gálvez, ya subdiácono desde abril de 1598, debió de ser ordenado diácono en ese mismo año o en el año siguiente por San Juan de Ribera, Arzobispo de Valencia, quien le concedió un beneficio en una de las parroquias de la ciudad, en virtud del cual recibía asistencia económica y tenía que prestar determinados servicios. Pero cuando ya tenía encauzada su vida en la Universidad y en la Diócesis, el Beato Francisco decidió responder a la llamada divina que lo invitaba a reordenar el enfoque de su servicio a la evangelización y a tomar otro camino hacia la santidad.

 

Terminado el año de noviciado, nuestro Beato profesó la Regla de San Francisco, en el convento de San Juan de la Ribera, el 6 de mayo de 1600. Poco después, a finales de aquel mismo año o a principios de 1601, recibió la ordenación sacerdotal, ya que, a mediados de este último año, partía ya para las misiones desde la ciudad de Sevilla.  Dos meses después, la misión que conducía Fr. Juan Pobre desembarcó en el Golfo de Méjico. De aquí, se internaron por tierra mejicana y llegaron a la capital, México que era el centro del más importante virreinato español. Sabemos que Fr. Francisco permaneció ocho años en Méjico cumpliendo órdenes de sus superiores. Con todo, cabe decir que Fr. Francisco Gálvez llegó a Manila el año 1609, siendo destinado al Convento de Dilao, el cual era un barrio situado a las afueras  donde vivían japoneses ya convertidos al cristianismo.  Esta estancia en Manila fue muy beneficiosa para nuestro Beato porque lo dotó de conocimientos y formación específica para la tarea que le aguardaba con los japoneses, pero ya en su tierra.

 

Como ya hemos indicado, en 1612 hizo nuestro Beato su primer viaje a Japón, y su primera misión japonesa duró sólo dos años. Durante ellos, sus progresos lingüísticos le permitieron predicar el Cristianismo con soltura y traducir  al japonés el libro llamado Flos Sanctorum,que contiene vidas de santos, en 3 volúmenes, un Catecismo o Explicación de la Doctrina Cristiana y varios opúsculos de devoción, que facilitaron su tarea evangelizadora y el provecho de sus conversos. 

 

Un año después de su llegada a Japón, Fr. Francisco Gálvez se encuentra en el Hospital de Leprosos que hay en Asakusa, donde se contagia de la enfermedad que padecen los hospitalizados. El ejercicio de esta heroica virtud de la caridad para con los leprosos, practicada por los religiosos franciscanos, juntamente con su pobreza, conmovieron profundamente a los japoneses, facilitando en gran manera las conversiones.

El 27 de octubre de 1614, en cumplimiento de un decreto imperial, Fr. Francisco tuvo que salir del Japón y volver a Manila. Estas órdenes de destierro fueron frecuentes y generales en Japón, ya que no se abrió a los europeos hasta el siglo XIX, acabándose las persecuciones en 1873. 

 

Poco tiempo aguantó fray Francisco en Manila. Le urgía volver a Japón, donde había dejado un pequeño grupo de cristianos por él bautizados, que necesitaban de su presencia, apoyo y consejos para madurar en la fe, a la que habían llegado mediante su predicación, y para entregarse a ellos como había hecho con los leprosos, aliviar sus males y consolarlos. La documentación de aquel tiempo añade que el religioso utielano, al cumplimentar su embajada, «fue muy bien recibido y agasajado, ordenando le atendieran en todo cuanto necesitare para su sustento, y señalándole un lugar seguro en que podía fijar su residencia, para dedicarse con tranquilidad a la conversión». Esta deferencia del príncipe Masamuné hacia Fr. Francisco indica un estado de privilegio, frente a la situación existente de rechazo a los misioneros por las leyes de expulsión. Con la protección y favor de Masamuné, el Beato Gálvez desarrolló una intensa y fructuosa actividad misionera en los territorios de Voxu y Mongami, y se multiplicaron las conversiones.

 

Cuando las anteriores órdenes de expulsión y persecución de los misioneros no habían cesado, pero tampoco se aplicaban con demasiado rigor, he aquí que en agosto de 1623 el Emperador nombró nuevo shogun o jefe del gobierno a Iemitsu. Al comprobar éste que no se habían cumplido las órdenes relativas a la persecución de los cristianos, se dispuso a eliminarlos, prometiendo honores y dinero a quienes los denunciasen. Y así sucedió que alguien, un bonzo (monje budista) o un mal cristiano, delató ante el Gobernador de Yedo a cristianos y a misioneros, entre ellos el franciscano Francisco Gálvez. El prendimiento de éste último tuvo lugar en Kamakura cuando ante la acusación hecha a Fr. Francisco de que era engañador de los conversos japoneses y causa de su muerte, respondió el santo:

 

«Yo no he engañado a nadie, ni predico falsa doctrina, ni he sido causa de muerte; antes bien, por amor de Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Salvador del mundo, y por amor de sus escogidos los cristianos, les he predicado la verdad y verdadera salvación, sin la cual nadie se puede salvar, ni vuestras mercedes se salvarán, si no creen lo que yo predico. No he sido causa de la muerte de los cristianos, sino vuestras Mercedes lo son que se la dan injustamente».

 

Acabado el martirio, se pusieron guardias para que los cristianos no retirasen sus restos y cenizas. Astutamente, no aparecieron en los tres días siguientes, pero el cuarto día fueron de noche y recogieron cuantas reliquias quisieron. 

 

El 7 de julio de 1867, el papa Pío IX beatificó a 205 mártires, capitaneados por el dominico Alfonso Navarrete, que fueron inmolados por la fe y el evangelio en diversas fechas y lugares de Japón entre los años 1617 y 1632: dominicos, agustinos, jesuitas, terciarios suyos y fieles cristianos, y también 46 franciscanos: 11 frailes descalzos o alcantarinos, otros 6 observantes y 29 terciarios franciscanos. Entre esos alcantarinos se encuentra nuestro Beato Francisco Gálvez.

 

 

 

Extraído de http://www.franciscanos.org/santoral/fgalvez.htm

 

 

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